La abejita inquieta
Ramelis Velásquez
Había una vez una abejita que vivía en una gran
colmena entre las robustas ramas de un mango. Tan alto era el árbol que parecía
rozar a las nubes con las puntas de sus hojas hasta hacerlas reír. Los espacios
de la colmena eran inmensos y, como debemos suponer, muy dulces y perfectamente
dispuestos en hermosas formas hexagonales que parecían hechos por la más fina
ingeniería.
La abeja entraba y salía de la colmena permanentemente
porque era muy trabajadora, de esas que parecen soldaditos con alas como si no
pensaran o no les importara más nada que hacer, sino seguir órdenes y órdenes.
Debía trabajar sin cesar como sus compañeras o como la legión de compañeras que
tenía para elaborar la miel. Un día, regresando de una deliciosa flor a la
colmena, notó que los pájaros volaban tranquilamente, casi siempre disfrutando
de su vuelo sin nada que los presionara o perturbara. Volaban libremente hacia
cualquier dirección. Abejita pensó que ella también podía volar en otras
direcciones para conocer mundo, pero estaba atrapada en un oficio donde no
tenía descanso ni tiempo para divertirse o hacer otras cosas que le gustaran.
Su ruta de vuelo estaba marcada por señales
especiales que emitían sus compañeras y ella también, por supuesto. Entonces un
día imaginó que era un ave y pensó que cada abeja podía trabajar unas horas al
día y después utilizar el tiempo libre para dedicarse a otras cosas igual de
sublimes y maravillosas como hacer la miel de la naturaleza. Así que comenzó a
hablar con sus compañeras, a comunicarles sus ideas. Pronto, ya se encontraba
cerca del mango, debajo de un gran tronco seco, dirigiendo en un solemne
discurso sus ideas y pensamientos a miles de abejas trabajadoras. Abejita estaba
concentrada y orgullosa de las palabras que estaba pronunciando cuando de
súbito llegó una compañera asustada y jadeando del cansancio porque abeja Madre
venía en camino un tanto enfadada por la ausencia de las abejas en sus labores
y un tanto curiosa por saber de qué se trataba la “revuelta”.
Cuando llegó abeja Madre todas quedaron en
silencio como si el tiempo y el aire se hubiesen detenido. Ante tanta calma, la
abeja mayor exclamó:
-¡Vaya, este silencio no fue lo que me hizo trasladarme
hasta acá!
Y moviendo la cabeza hacia los lados con la
intención de ver los rostros de asombro de la multitud, preguntó:
-¿Hay algo de lo que me haya perdido? ¿De qué
trata esta asamblea? –dijo con cierto tono irónico.
La única que quebró el hielo fue abejita al responder con firmeza y decisión:
-Estamos aquí reunidas porque creemos y
queremos pensar libremente, así como decidir que tenemos derecho a un tiempo
libre y a emplearlo en lo que queramos. ¡He dicho!
Abeja Madre miró a las demás abejitas y les
preguntó:
-¿Ustedes están de acuerdo con lo que ella
dice? Porque eso no tiene ni pies ni cabeza. ¿Derecho a pensar? ¿Derecho a
decidir qué hacen con el tiempo libre? ¿Con cuál tiempo libre?-. Y furiosa
siguió hablando mientras su voz iba subiendo de tono hasta gritar:
-¡Qué se creen ustedes! ¡No son más que
soldados a mi servicio, obreras con el único derecho y deber de hacer la miel!
Es lo único que deben hacer. ¿Quieren abandonar el único hogar que tienen y
donde están seguras por un capricho, por un deseo de tener libertad para pensar
y para hacer? ¡Qué estupidez!
De repente muchas voces en maraña dominaron el
espacio. Había una confusión tremenda. Las abejas no sabían a quien seguir o
escuchar. Abejita, molesta y decepcionada al ver la duda en sus
compañeras, se separó de ellas y en tono firme arguyó:
-Pues yo sí quiero pensar y decidir qué hago
con el tiempo libre que deberíamos tener. Prefiero estar de flor en flor, libre
como las aves amigas, libre para imaginar, libre para decidir qué quiero ser y
hacer. ¡Hasta nunca!
Y abejita, inquieta, se fue volando y entonando
una canción al tiempo que sus compañeras la veían estupefactas como si les pareciera
mentira que una abeja se hubiese descarriado y desobedecido el mando mayor de
la colmena.
Tiempo después las obreras se fueron sumando a
su causa y poco a poco abejita se convirtió en una abeja mayor que tenía a su
mando una legión extraordinaria de abejas y una colmena insuperable de lo
grande y de lo bella. Pero comenzó a ser inflexible con sus compañeras; las
obligaba a trabajar constantemente sin descanso y, en ocasiones, hasta malas
palabras llegó a decirles. Y un día una abejita hizo que la legión de
trabajadoras se ausentara por un buen tiempo. Cuando abeja mayor las buscó se
consiguió con el mismo episodio que ella misma había protagonizado una vez. Así que el llanto no
se hizo esperar y abeja mayor pidió tantas disculpas que todas la rodearon y le
dijeron que nunca abandonarían su trabajo siempre y cuando ella respetara el
derecho a pensar, el derecho a reunirse, y el derecho a tener un tiempo libre.
Y así este hecho es el inicio de otra historia
que en otro momento se contará.
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