foto: Jesús Guzmán Carrera
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El baño de un colibrí
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El baño de un colibrí
Ramelis Velásquez
Hoy
en la tarde, cuando los rayos de sol comenzaban a apagarse, vi un colibrí.
Pequeño, tan pequeño que mi dedo meñique todavía es grande comparado con aquel
diminuto amasijo de plumas tornasoladas. Nunca había visto uno tan cerca. Llegó
a bañarse con las gotas que habían quedado en la mata de guayaba. Llegó indiferente
a mi presencia y, contrario a lo que
pude suponer, se acercó más a las hojas que estaban justo delante de mi rostro.
Qué sensación tan agradable verlo aletear sin importarle que lo observara, como si yo lo hubiese invitado. Tal vez estaba desafiándome, ahora que soy más grande sé
que los pájaros hablan el lenguaje de las plantas y que sus trinos son aliento
para que crezcan y cubran la tierra; ahora no me atrevo a hacerles daño como
hace un tiempo, cuando al ver un pájaro sólo pensaba en derribarlo porque nunca
me dijeron que se le debía amar y, la
verdad, para ello sólo hay que hacerlo, expresarlo cuando se vea un aleteo por
allí, un “elfo de las abejas”.
Es una gloria para mí verlo jugar con el agua. Ellos (los colibríes) conservan durante toda su vida la necesidad del juego, cuando apenas a nosotros nos dura lo que la fantasía en la infancia. Allí estaba, en medio de la moribunda claridad, rozando su cuerpo de costado con las hojas: primero el derecho luego el izquierdo y viceversa; parecía que danzaba una melodía que sólo él conoce, una melodía del misterio que es ser parte de la naturaleza. El goce que sentía ante la frescura lo llevó –picaflor- a cortejar a casi todas las hojas. Su cabeza rotaba cuando bañaba su cuerpo en la gota, luego agitaba su pico largo y delgado como una aguja. Extraordinariamente flexible, se doblaba y bajaba su cabeza para mojarse por completo. Si la poesía está por allí, movida por el viento; si está vagando impasible o esperando que se le “atrape” como el Principito a los cometas; si “…pasa volando por la fría realidad” como dice el poeta Ramón Ordaz, creo que hoy estuvo frente a mí convertida en plumas pequeñísimas, conteniendo apenas una gota de sangre como lo dijera nuestro Andrés Eloy Blanco en Canto a los hijos. Y pensar que por un tiempo fue derramada para adornar la vanidad de los seres humanos. Derramada gota a gota su sangre: ¿Cuántos colibríes fueron disecados para ser lucidos como una rareza, como un souvenir, como un hallazgo exótico? Es cierto que un poquito de sangre y toda la plenitud de la naturaleza está en el colibrí. Indiferente a mi presencia estuvo jugando lo justo con el agua, estuvo mostrándome algo que solemos olvidar: que la sencillez tiene otras maneras de manifestarse y que hasta las gotas de agua en las hojas de guayaba pueden dar la máxima felicidad.
Es una gloria para mí verlo jugar con el agua. Ellos (los colibríes) conservan durante toda su vida la necesidad del juego, cuando apenas a nosotros nos dura lo que la fantasía en la infancia. Allí estaba, en medio de la moribunda claridad, rozando su cuerpo de costado con las hojas: primero el derecho luego el izquierdo y viceversa; parecía que danzaba una melodía que sólo él conoce, una melodía del misterio que es ser parte de la naturaleza. El goce que sentía ante la frescura lo llevó –picaflor- a cortejar a casi todas las hojas. Su cabeza rotaba cuando bañaba su cuerpo en la gota, luego agitaba su pico largo y delgado como una aguja. Extraordinariamente flexible, se doblaba y bajaba su cabeza para mojarse por completo. Si la poesía está por allí, movida por el viento; si está vagando impasible o esperando que se le “atrape” como el Principito a los cometas; si “…pasa volando por la fría realidad” como dice el poeta Ramón Ordaz, creo que hoy estuvo frente a mí convertida en plumas pequeñísimas, conteniendo apenas una gota de sangre como lo dijera nuestro Andrés Eloy Blanco en Canto a los hijos. Y pensar que por un tiempo fue derramada para adornar la vanidad de los seres humanos. Derramada gota a gota su sangre: ¿Cuántos colibríes fueron disecados para ser lucidos como una rareza, como un souvenir, como un hallazgo exótico? Es cierto que un poquito de sangre y toda la plenitud de la naturaleza está en el colibrí. Indiferente a mi presencia estuvo jugando lo justo con el agua, estuvo mostrándome algo que solemos olvidar: que la sencillez tiene otras maneras de manifestarse y que hasta las gotas de agua en las hojas de guayaba pueden dar la máxima felicidad.
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