¿Me compra el
gallo?
Tulio Febres Cordero
Hombre manso,
apacible, incapaz de matar una mosca, tal era el doctor Cienfuegos. Pero cuando
llegaba a ponerse bravo, era un polvorín, estallaba como una bomba; por lo cual
él mismo procuraba dominar su carácter irascible hasta donde las circunstancias
lo permitían.
Cierto día,
estaba muy ocupado redactando un alegato, cuando fue bruscamente interrumpido.
—Tun, tun, tun.
—¿Quién es?
—Buenos días,
doctor... ¿Me compra este gallo?
—No señor, no
compro gallos.
—Está gordo.
—No lo necesito,
ni gordo ni flaco.
—Es de buena
cría.
—Le digo que no
le compro el gallo.
—Se lo doy muy
barato.
—Aunque así sea.
—Es nuevo y bien
emplumado.
—No, mi amigo,
no le compro el gallo.
—¡Qué lástima!
Deja usted de hacer un buen negocio. Vamos, hasta por cinco reales.
—Ya le he dicho
que no necesito gallos.
—Pero véalo
usted: es una preciosura.
—Aunque sea, no
se lo compro; y hágame el favor de retirarse, porque estoy sumamente ocupado.
—Mire, doctor,
que estas ocasiones no se presentan todos los días. Anímese, pues, y me compra
el gallo.
—Al fin, mi
amigo... al fin me pone usted en el caso...
—De comprarme el
gallo, ¿verdad?
A Cienfuegos le
estalla el apellido por todos los poros del cuerpo, y arremete contra el tenaz
vendedor, a quien rompe las narices y saca a trompadas hasta la puerta de la
calle.
Gran escándalo.
Acuden los vecinos y la policía. El hombre muestra la cara ensangrentada, y el
doctor bufa de pura cólera. La policía lo arresta; y entonces el malherido
vendedor, volviendo a coger del suelo su gallo, se interpone entre la autoridad
y Cienfuegos, diciéndoles:
—Yo no pido
cárcel para el doctor, sino otra cosa; y todo quedará arreglado.
—¿Qué cosa?
-preguntó la policía.
—Que el doctor
me compre el gallo.
—¡Ah, grandísimo
bellaco! -exclamó Cienfuegos, yéndosele encima.
—No se enfade
otra vez doctor: el gallo es bueno y barato.
Al fin el
doctor, aconsejado por la policía y para cortar el escándalo, porque la gente
llegaba como a campana tañida, resolvió aceptar la transacción.
—Tome pues,
amigo, los cinco reales y asunto concluido.
—Mil gracias,
doctor. Dígame ¿a qué hora lo hallaré mañana en su casa?
—¿Y qué más
quiere usted conmigo?
—Es que tengo
otro gallo mejor que éste.
—¡Otro gallo!
—Sí, señor, para
ver si me lo compra.
—Un trabuco
naranjero es lo que voy a comprar ahora mismo, para quitármelo a usted de
encima -exclamó Cienfuegos dispuesto a cometer una diablura, y con razón.
Texto tomado de:
Tulio Febres Cordero. Cuentos. Mérida: Ediciones Solar. 1994.
Tulio Febres
Cordero. Mérida (1860 - 1938). Prolífico escritor venezolano. Historiador,
narrador, cronista importante en su época, profesor, periodista. Editor:
fundador de Páginas Sueltas, El Comercio, El Billete, El Lápiz. Fue redactor
del Anuario y Gaceta Universitaria de la Universidad de Los Andes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario